La historia detrás de las primeras imágenes al pie del Salto Ángel
Hay experiencias que te cambian la vida y aunque en este relato se repita la palabra magia, esta es una historia real, de emocionante seducción, pero real. Ya lo decía el escritor griego Constantin Cavafis, en el poema Itacas, cuando emprendes un viaje es tu corazón el que impone lo que te vas encontrar.
Por eso esta es la historia de dos locos valientes y apasionados que hicieron algo único: fotografiar las entrañas de la caída de agua más grande del mundo. Nosotros, Valery y Emmanuel, somos esos locos y queremos compartir nuestras memorias contigo.
Al llegar a Canaima, no importa cuantas veces lo visitemos, siempre nos sentimos cautivados. Esa es nuestra experiencia. Desde que abordamos el avión en Maiquetía, los sentidos se despiertan. Nuestra mirada no se cansa con la infinita variedad de verdes del bosque y los cambiantes colores rojizos del río que a lo lejos son custodiados por esas gigantescas formaciones rocosas llamadas Tepuy. Aquí comienza la aventura, que tiene como primer destino la zona cercana a la laguna Canaima.
Desde el momento en que damos los primeros pasos en esa tierra, las comodidades que han sido cuidadosamente organizadas por familia de Soco Adventure, siempre asegura el comienzo de una travesía llena de intensas aventuras, pero con todas las ventajas los servicios turísticos de altísima calidad.
HACIA EL REINO DEL GIGANTE
Después de disfrutar de la bienvenida y descansar una noche, empezamos el nuevo día dejándonos seducir con un recorrido de tres horas bajo la guía experta de un indígena de la zona. Navegando en una curiara por el sinuoso río Carrao, nos rendimos al intenso espectáculo del amanecer con sus cielos rosas y naranjas que tiñen también las aguas extrañamente escarlatas. Es como si navegaras por las venas de un gigante donde la sangre fluye llena de vida.
Aunque sabemos que nos dirigimos hacia el enorme Auyantepuy, que se yergue imponente como un titán a lo lejos, sabemos que lo mejor está por comenzar. Embelesados por cada tepuy que dibuja el horizonte y extasiados por la tranquilidad del recorrido que conecta con el río Churun, una pequeña curva en el caudal esconde un secreto que pronto se revela a gritos. Cuando la embarcación gira, el colosal Auyantepuy, rocoso y firme, exhibe con igual intensidad mítica, un femenino torrente de agua que cae sinuoso y solemne como el fluido ancestral y creador de la madre tierra.Es un sueño y un espectáculo. La caída de agua más grande del mundo está allí por primera vez ante tus ojos. Su nombre original es Kerepakupai Wena, otorgado por los indígenas de la zona, aunque por una injusta historia lo conozcamos como el Salto Ángel.
EN LA TIERRA SIN TIEMPO
El clima en la zona es cambiante. Casi siempre nos deleita con un cielo despejado. Pero aquel día era especial. El cielo estaba muy nublado. Cuando la curiara se detiene en la Isla Ratón hicimos una cómoda y tranquila caminata de 45 minutos sobre un terreno relativamente plano. Nuestra parada fue el primer mirador. Aunque sabíamos que este es uno de los lugares más emblemáticos y fotogénicos, nosotros sentimos el impulso de ir más lejos. Después de otra caminata (por aproximadamente una hora) en un camino más rústico llegamos al mirador de los japoneses, en honor a los primeros asiáticos que allí descansaron antes de escalar la montaña.
UN ENCUENTRO ÍNTIMO
Al dejar el mirador de los japoneses ya lo sabíamos. Algo único nos esperaba en el camino. Antes de salir nos tocó a nosotros seducir al sol para que se apareciera imponente, como es, en el cielo. Nuestro guía indígena nos habló de invocarlo pidiendo en voz alta que se acerque. Aunque no seas creyente del poder de las energías sutiles, quizás tengas la oportunidad de experimentar el poder transformador de la mirada de la que tanto habla la física cuántica. Lo cierto es que el astro de fuego salió, y despejó las nubes. Por eso, cada vez que recorres esas tierras es fácil dejarse cautivar por sus encantos, pero te exige que tú también la seduzcas. Ese reino reclama que te rindas ante su majestuosidad, que despiertes el corazón.
En una caminata de 35 minutos (que depende del ritmo natural de cada viajero) te vuelven a seducir el olor de la tierra húmeda, la sensación mullida del piso, el sonido de las hojas de los árboles o las aves, y el sabor dulce del aire. No hace falta que nadie te cuente que estás caminando por el lugar más antiguo de la tierra, para que sientas en cada paso las pisadas de tus ancestros.
Ese delicioso recorrido se llena de adrenalina cuando finalmente, al pie del tepuy tocamos la pared de piedra. Poner tu mano sobre la roca es como acariciar el corazón de la tierra y sentir un palpitar que te susurra los misterios más ocultos del universo. El tiempo allí no existe, eres pequeño ante tanta inmensidad y aun así puedes sentir el infinito. Cuando tocamos la piedra, sentimos la vida correr por nuestras venas, la energía fluyendo por nuestros huesos. Te aseguramos que si colocas tu cabeza sobre la roca ese gigante te susurra los secretos del mundo. Las historias de deidades indígenas cobran sentido. Allí también sientes la presencia de esos primeros hombres y mujeres que habitaron la tierra, como un pasado que se hace presente.
HACIA LAS ENTRAÑAS
Llenos con la energía del lugar queríamos hacer una hazaña. Nuestro deseo era ir más allá. Nadie se arriesgaba, pero nosotros sentimos el llamado del agua, la invitación del gigante a penetrar sus entrañas. Aquel día fuimos los primeros en hacer esa caminata que dura aproximadamente una hora. Con nuestra cámara en mano, paso a paso nos adentramos hacia el pie de la catarata,. En ese camino rocoso, experimentas el agua en todas sus intensidades. Desde un rocío que te acaricia, hasta grandes gotas que te sacuden como a una hoja seca. En el trayecto descubrimos vestigios del pasado: pedazos de aviones y helicópteros que se han estrellado contra la fuerza del agua. Son heridas y a la vez advertencias de nuestra fragilidad como seres humanos ante la inmensidad de la madre natura. Basta calcular con nuestra mente científica que desde la cima hasta ese lugar hay aproximadamente 807 metros de caída libre.
Nos sentimos orgullosos de decir que somos los primeros en documentar esa intensa experiencia y hacer posible ese camino para los viajeros que se han arriesgado después de nosotros. Nuestra aventura se ha convertido en inspiración. Ese día, responsables y conscientes del riesgo, nos deleitamos con el sonido del agua que cae. Cuando estás allí, y escuchas ese torrente caer es como si escucharas tu propia sangre correr por las venas. Todos los sentidos se expanden: los colores tienen sabor, los sonidos texturas, los olores resuenan. No hay alucinógeno que supere esta magia.
Aunque la maravilla de la experiencia es única en la vida, esta parte del trayecto no es para todos los viajeros. Mientras caminas se requiere mucho cuidado pues las piedras son resbaladizas y el agua que cae con fuerza puede fácilmente arrastrar hasta el cuerpo más atlético. Por eso, Soco Adventure organiza expediciones para todo público únicamente hasta la pared. El resto del trayecto es impredecible y debe ser asumido por cada quien bajo su responsabilidad. Tan solo recordemos que hasta el pie del Salto Ángel, el agua desciende con fuerza de los 807 metros de altura y luego se desliza por la piedra y se funde en un pozo gigantesco que se diluye en un río. Este es punto que se toma referencia para calcular los 979 metros que hace de esta catarata la caída de agua más grande del mundo.
Así termina esta historia pero comienza una nueva etapa en nuestras vidas. Nosotros queríamos compartir los recuerdos de ese viaje con la esperanza de avivar el fuego de aventura que yace guardado en el interior de todos. Pero recuerda, lo que encuentres en el camino dependerá de tu propio corazón.
Valery Saa y Emmanuel Vieira